martes, 26 de octubre de 2010

Yo siempre quise ser la mujer de tu vida, ese beso que nunca pudieras olvidar, la caricia más dura y el mordisco más suave, el pecado más sucio y el demonio sediento del licor que en tu sexo guardabas para mí. Yo quise ser blasfemia que te llevara al cielo, o conjuro diabólico de este hereje maldito que prefiere tu cuerpo a la hostia de dios. Porque no hay salvación si no es entre tus brazos, ni existe paraíso si tú no estás en él. Por eso te prefiero sin calendarios, ni agendas que te marquen lo que tienes que hacer. Cuando hayan de buscarte que sea entre mis venas, debajo de mi cuerpo o encima de mi vientre, con tu risa sonando impúdica y feliz.

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