jueves, 28 de octubre de 2010

Amarte tampoco es tan difícil. Es el oirte hablar o ver la tele. Que me des empujones mientras duermo, ir contigo a la compra, hablar de libros o que me pases la mano por la frente cuando te digo que estoy con fiebre y sueño. No es difícil quererte apasionadamente. Se trata de comer sin decir nada, cada uno a lo suyo, y muchas veces ni siquiera escuchar lo que me dices, o enfadarme si no encuentro el vestido que tanto te molesta y que me escondes. Amarte con desesperación es muy sencillo. Basta con sorprenderte sonriendo cuando cuento un chiste malo o me comentas la última que te han hecho en el trabajo. Amarte también es cuando acaricio tu piel por debajo de la remera y te escucho decir: "¿es que estás tonta..?" Al fin y al cabo, amar debe ser eso: la rutina diaria que no puede acabar con los besos que un día fueron ni con los que aún nos quedan por delante.

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